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La borrasca Carlota nos impidió asistir la semana pasada a nuestra segunda cita del calendario: los municipios de Escóznar y Láchar. Cesaron las lluvias, llegó el buen tiempo y, con él, las salidas en bicicleta. Bajamos en ligera pendiente hasta Armilla y, desde ahí, encaramos los llanos de la Vega de Granada. Una vega que se convierte en una muy buena zona de entrenamiento en estas tardes invernales, que vamos dejando atrás, en las que volver a casa antes de que anochezca se convierte (en más que en un deber) en una amenaza. Tras atravesar los núcleos urbanos de Belicena y Santa Fe, nos hallamos con las famosas alamedas, auténticos oasis durante la época del estío, cuyo contraste de temperaturas es un alivio para el ciclista. Continuamos rodando, realizando relevos, hasta el municipio de Fuente Vaqueros y, seguidamente, hasta las poblaciones de Casanueva y Zujaira. Esta zona de la Vega de Granada es especialmente fértil; se trata de tierra procedente de los sedimentos que ha ido arrastrando el río Genil y, además, de toda esa corriente aluvial proveniente de Sierra Elvira que, a lo largo de mucho tiempo, se ha ido depositando a lo largo y ancho de los parajes por los que transcurríamos. Emprendimos el largo pero muy agradable ascenso a la localidad de Olivares, situada en un bello y cercano rincón de nuestra querida provincia. Cola Cao, tostada y de vuelta a la carretera. Descendido lo ascendido, afrontamos las vastas llanuras que separan Pinos Puente de la capital nazarí. Seguimos con el trabajo de relevos en la Nacional N-432, carretera que une lo que las vastas llanuras separan y que transcurre paralela a las vías del gran caballo de hierro, el cual tuvimos ocasión de ver. Nosotros continuamos montados en nuestras particulares locomotoras donde, como buenos maquinistas, llegábamos a la última estación y, con ella, al final de la ruta.

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